martes, 13 de octubre de 2009

Calíbar en pos de la utopía

Se presentó en nuestra biblioteca el mencionado trabajo de Luis Orecchia.

El encuentro, que tuvo lugar el pasado viernes 9, fue auspiciado por la SADE y conducido por Pano Navazo. se abrió con palabras de bienvenida y agradecimiento por parte de la presidenta de la biblioteca, Marcela Mercado Luna, quien destacó la colaboración de su hermana Ana y de la artista plástica Andrea Bustamante en el armado de una muestra de obras y libros de los integrantes del grupo. Mercado Luna agradeció tanto al Museo de Bellas Artes como a Cultura provincial por los elementos facilitados para usar como soporte de la exposición que se montó en la “Sala Enrique Peñaloza Camet” de nuestra casa.

Siguió a esto, la presentación del libro a cargo de la Lic. Isabel Mércol, que consistió en un análisis de la obra presentada cuyo texto completo incluimos más abajo.

A su turno, el autor, se refirió al espíritu de Calíbar y contextualizó el “sueño calibariano” en la época actual. También reproducimos en este espacio las palabras del arquitecto.

Seguidamente, el Grupo Horizonte, integrado por Diego Claudeville, Lucas Zárate, Marcelo Barrionuevo y Pablo Claudeville, interpretaron poemas musicalizados, entre ellos, el célebre “Incomparable” de Ariel Ferraro.

Pasado este primer momento, los asistentes fueron invitados a compartir un brindis y recorrer la

muestra que continuará hasta el próximo martes 20 en la Biblioteca Mariano Moreno.


Comentario y análisis del libro de Luis Orecchia "Calíbar en pos de la utopía”

Por Isabel Mércol

Nuestros versos tienen aroma de algas, consistencia de roca, fuerza de viento, de ola rugiente, de mar embravecido. Queremos que nuestra voz llegue a las caletas dormidas en el tiempo, a los villorrios de tierra adentro, a las calles despobladas de alegría de las barriadas costeras, los caseríos de piedra del Ande, los bohíos de palma del llano amazónico, donde viven nuestros hermanos (…) Somos la conciencia de un pueblo que despierta y dirige sus pasos a la liberación final. Definitiva. Eso es lo que escribiremos. Lo que cantaremos». Estas palabras no pertenecen a ningún miembro del Grupo Calíbar. Son parte de un manifiesto que escribieron los integrantes del grupo literario «Isla Blanca» de Chimbote, una ciudad peruana ubicada a orillas del Océano Pacífico y de conocida actividad portuaria. Pero las declaraciones de este grupo se

producen en 1969, y de entre todas las que podemos haber conocido, desde la antigüedad, pasando por la generación de 37 y hasta por los grupos de vanguardia, me parecieron interesantes porque denotan una preocupación común, una voluntad parecida, un camino similar al que, casi dos décadas antes, habrían de delimitar los integrantes del grupo que nos ocupa.

“Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”. Eduardo Galeano

El concepto utopía designa la proyección humana de un mundo idealizado. El término fue concebido por Tomás Moro, en la Utopía. Es el nombre dado a una comunidad ficticia cuya organización política, económica y cultural contrasta en numerosos aspectos con las sociedades humanas contemporáneas a Tomás Moro. Sin embargo, aunque el término fue creado por él, el concepto subyacente es anterior. En la misma obra de Moro puede observarse una fuerte influencia e incluso directa referencia a La República, de Platón, obra que presenta asimismo la descripción de una sociedad idealizada. En el mismo sentido, las narraciones extraordinarias de Américo Vespucio sobre la recién avistada isla de Fernando de Noronha, en 1503 y el espacio abierto por el descubrimiento de un Nuevo Mundo a la imaginación, son factores que estimularon el desarrollo de la utopía de Moro.

El origen etimológico de Utopía no fue explicado por Moro, siendo que estudiosos de su obra destacan un posible juego de significados, ambos del griego. Por un lado outopia (ou, no; topos, lugar) y por el otro eutopia (eu, buen; topos, lugar). Las utopías modernas están orientadas al futuro, son teleológicas, progresistas y sobre todo son un reclamo frente al orden cósmico entendido religiosamente, que no explica adecuadamente el mal y la explotación. Así las utopías expresan una rebelión frente a lo dado en la realidad y propondrían una transformación radical, que en muchos casos pasa por procesos revolucionarios.

El rastreardor:

En llanuras tan dilatadas en donde las sendas y caminos se cruzan en todas direcciones, y los campos en que pacen o transitan las bestias son abiertos, es preciso saber seguir las huellas de un animal, y distinguirlas de entre mil; conocer si va despacio o ligero, suelto o tirado, cargado o de vacío. rastreador, que ve el rastro, y lo sigue sin mirar sino de tarde en tarde el suelo, como si sus ojos vieran de relieve esta pisada que para otro es imperceptible. Cuando le hablan de su reputación fabulosa, contesta: "Ya no valgo nada, ahí están los niños"; Calíbar iba por las orillas, sin inquietud, sin vacilar. ¿Qué misterio es éste del rastreador? (Sarmiento)

CAMINO

Yo tuve hasta ayer en un país de maravilla,

fui dueño de sus montañas y sus cielos, de su gente amiga.

Fui un poco del augur de su esperanza,

el brujo milagrero de sus penas.

Yo tuve un país de sol y de viñedos,

una música terrestre que en la altísima noche

llenaba de albricias el corazón comarcano.

Desde ayer, o desde siempre,

perdí la rosa de los vientos,

los cuatro rumbos del camino de mi casa

y el miedo original que navegaba por mi sangre

llevándome hacia los claros puertos

donde no existe la nostalgia.

Estoy aquí mirando pasar el mundo

La gente y los pájaros y el cielo.

Mi corazón navega hacia el norte

buscando entre la bruma de tu país agrícola

el rincón donde sus ojos se posen

y vayan a saber qué miran.

Si te encuentro

te contaré que yo tuve un país de maravilla.

ELOY LÓPEZ ( 1972)

Estructura

El libro está dividido en 9 capítulos, de los cuales el primero aporta al lector tanto una introducción al movimiento como las justificaciones del autor sobre el trabajo iniciado una década atrás, y cuenta con 5 apéndices documentales, además de estar matizado con 12 reproducciones de obras pictóricas o escultóricas y 8 poemas.

Todos ellos nos remiten a los nombres de Estanilao Guzmán Loza- Ramón Soria- Zalazar Johson- Pedro Molina- Carlos Zárate- María Argüello- Ariel Ferraro. Pedro Herrera- Alfredo Portillo- Daniel Moyano- Miguel Dávila- Ramón Eloy López- Carlos Cáceres. Carlos Alberto Lanzilloto- Enrique Tudó Neves- Reinero Fallabrino- José Paredes- Mario Aciar. Y ellos representan un apreciable, variado y completo material que le permite al lector no solamente conocer nombres y fechas que ubican el quehacer del Grupo Calíbar, ubicarlo en el contexto histórico social argentino, sino que puede apreciar los resultados de aquella propuesta estética, los hechos que se generaban a la luz de los dichos… o viceversa.

Creo que cada uno puedo encontrar distintos méritos en este libro, pero voy a resaltar solamente tres:

Primero: el ajustado, pormenorizado y clarísimo contexto histórico en el que Orecchia inscribe al movimiento Calíbar, a sus iniciativas, creaciones, luchas, distanciamientos y hasta reveses legales.

En efecto: A partir del segundo párrafo del primer capítulo, el autor necesita aclararle al lector de qué se habla al mencionar el concepto de vanguardia; al comenzar a describir las características de las artes en Latinoamérica profundiza la importancia que tuvieron los focos culturales de mayor gravitación continental (México, Sao Paulo y Buenos Aires); puntualiza que a fines de la década del 40 La Rioja capital tenía 26.00 habitantes, (con una vida pacífica y conformista, entretenida en las inconducentes rencillas lugareñas…); avanza más tarde con el detalle acerca del deterioro de la convivencia política en 1954, paso por los hechos posteriores del 22 de setiembre de 1955, se detiene en la creación del Departamento Editorial del Estado en 1958, da cuenta del acoso sufrido en 1961 por la UCRI, de la asunción de Arturo Humberto Illia como presidente… en fin. Los mencionados son sólo ejemplo de cómo este libro no puede ser entendido sin un claro conocimiento de la vida institucional de la Nación y de la Provincia, pero si ella no existiera, los datos del marco están dados con precisión.

Este aspecto del libro debe ser puesto en relación con la decisión de su autor de ser puntilloso, veraz, documentado y de darle al texto un sesgo cronológico que, sin duda, facilita la comprensión del movimiento en sí, de sus causas y de sus productos culturales.

El segundo mérito, me parece, reside en la mención de nombres, decisiones, escritos, actos y obras relacionadas con la pintura, la escultura, el grabado, y en particular, con la enseñanza de estas bellas artes, tarea que sin duda fue un motor de acciones para el grupo Calíbar. Esto es, de ninguna manera, un desmérito de la mención de lo hecho y dicho por poetas y narradores. La cuestión estriba en que muchos de ellos han sido abordados de manera grupal, parcial, individual, más veces, y en esto me coloco en primer término. He leído y hablado más veces de la obra de Ariel Ferraro que de Mario Aciar. Por supuesto, me disculpo con la justificación de mi ignorancia para hacerlo.

Pues bien: Ahora Luis Orecchia nos da todos los datos para suplir nuestro desconocimiento. En el primer capítulo nos ubica respecto de la técnica y la temática de Domingo Nieto, de José Lídoro Barrionuveo, de Osmán Páez y la influencia que sobre su pintura tuvo Mario Anganuzzi, nos informa sobre la permanencia en Chilecito de Lino Spilimbergo y nos habla de Estanislao Guzmán Loza. También nos amplía datos acerca de la experiencia del Primer Salón Anual de Arte de La Rioja, realizado en 1950, y que, según Orecchia, “ removió la molicie provinciana”.

Así podemos imaginar la efervescencia cuando el movimiento ya está “ caminando “ y decide publicar su primera revista, ilustrada con xilografía de Mario Aciar, y poemas de Ferraro, Angel María Vargas, María Argüello, José M Paredes, Carllos Lanzillotto, Pedro Herrera, Ramón Eloy López y Raúl Aráoz Anzoátegui.

Una mención aparte merece la lectura, que puede hacerse entre cada decisión, cada logro, y cada triunfo, de los ataques que sufrió el grupo y en particular algunos de sus integrantes, y encontrar en sus respuestas, respuestas de vida y de palabras directas, ese valor del que posiblemente muchos de nosotros hoy carecemos para enfrentarnos a la adversidad, y más concretamente, al poder de turno.

El último mérito que quiero destacar, sin que con ello se agote la lista, es el particular estilo de Luis Orecchia. No es habitual encontrar un lenguaje transparente en un libro que contabiliza la historia de una generación, de una escuela literaria, de un grupo artístico. Mucho menos, una construcción que excede largamente el mero lenguaje informativo y linda con esa necesaria forma literaria de un ensayo de interpretación.

Luis Orecchia se revela a sí mismo en la primera página cuando dice: “Puede que las cosas importantes sean, en el fondo, tan sólo espejismos o, quizás, espejos que no contienen en sí ninguna imagen pero que al reflejarlas las contiene a todas y nos contienen a nosotros también”. Para él fue muy importante desentrañar el origen, la trayectoria, los sueños de los poetas y pintores del Grupo Calíbar. También define desde qué lugar estético ha realizado este estudio cuando afirma:

Surgen así lecturas diversas pues cada uno lee los hechos del pasado conforme a su propia cosmovisón, cuando no a preconceptos o a intereses circunstanciales o meramente personales”. Toma posición cuando dice: “Hablar de arte, de poesía de cultura es hablar de la vida toda”. Y no duda en calificar, aún antes de darnos las pruebas documentales y los testimonios que la modernidad, a la que adhería el grupo Calíbar “quería transformar la perimida sociedad burguesa para poder, sobre ella, construir una sociedad orgánica, solidaria, igualitaria, libre. La sociedad del futuro”.

El capítulo de introducción contiene un párrafo de gran fuerza expresiva, coherente con la profundidad y convicción del pensamiento que concreta:

Los más jóvenes, -dice- leerán todo esto como emergiendo de las brumas de un período lejano, casi mítico. Es que el silencio negador de los que se han creído triunfadores, junto al silencio vergonzante de los que no fueron ni fríos ni calientes, se ha unida a ese otro silencio pudoroso y acongojado de los que aún tienen húmedas heridas o arrastran péridas desgarrantes. De ese modo le hemos entregado a esos jóvenes el relato de una país dicotomizado en un ayer lejano, casi ajeno o más bien enajenado, de viejo e inocuo manual de historia, y un presento hecho de caídas, de impudicia, de deshonor, de miseria”.

El lenguaje emotivo y comprometido de Orecchia se muestra, por ejemplo, cuando realiza la siguiente valoración de la obra de Estanislao Guzmán Loza:

“Los cuadros de Estanislao Guzmán Loza son como los paisanos llanistos, silenciosos, casi huraños para el que pretende ver confirmadas en ellos ideas preconcebidas, pero en cambio se abren poética y profundamente a quien se acerque en fraterna actitud de escucha” ( pág 56 )

Orecchia logra una síntesis casi perfecta del valor que debe darse al Grupo Calíbar, tanto en su perspectiva histórica cuanto en sus dimensiones artísticas.

Como el autor ha decidido finalizar su exposición con un poema de Ariel Ferraro, me parece justo finalizar la mía leyendo el mismo poema:

Cuando toque el olvido

Aquí en los palomares de las nieves,

junto a la luz que asume las más altas miradas,

el Famatina brota por árboles de luna,

donde vienen las nubes a desandar lo andado.

(…)

Y el Famatina crece

como una sangre abierta,

por entre las silenciosas campanas del sonido:

leche adentro del oro,

trueno adentro del vidrio.

Alcancía celeste, mirador de los días.

Por el revés del tiempo yo regreso a la fruta.

En tu orilla de piedra quiero sembrar mis huesos.

Y amanecer en polen

cuando toque el olvido. (Ariel Ferraro)

Isabel Mércol - Biblioteca Mariano Moreno: 09-10-09

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Luis Orecchia: discurso pronunciado en la presentación de su libro

En el catálogo de la muestra de artistas riojanos, del ciclo “Pertenencia” que el FNA presentó en su “Casa de la Cultura” del barrio de Palermo, en Buenos Aires, se explayan sobre el grupo Calíbar, y en un párrafo citan una frase que pertenece al texto que hoy presentamos en forma de libro. La cita dice así “¿De qué hablamos, al hablar de Calíbar? Tan sólo de arte, de poesía, de cultura…. O más bien nada menos que de arte, de poesía, de cultura.”Al leer esa frase sacada de contexto, confieso que me pareció bastante hueca. Nada más que una boutade. Una frase más o menos ingeniosa sin un sentido profundo.

Ante esa pobre impresión que me produjo la cita, me puse a repensar el por qué había escrito esa frase. Ví que tiene un sentido que trasciende su aparente carácter de boutade, y de ese modo fui hilvanando lo que hoy quiero transmitirles.

No voy a hablar de arte o de poesía al referirme a Calíbar. Pero siguiendo el sentido con el cual elaboré esa frase estaré siempre hablando de arte y de poesía.

Para aclarar esa posible incongruencia, debo recordar que Calíbar es un grupo cultural que está inserto en el último florecimiento de la modernidad, y cuando hablo de modernidad me refiero a esa convicción que estuvo en la base de todo el quehacer estético de la época, sea en las artes plásticas como entonces se las llamaba, sea en la arquitectura, sea en la música, sea en la poesía o en la novela o el cuento, o en cualquiera de las expresiones artísticas.

Y esa convicción profunda era que nuestra labor iba a cambiar al mundo. Por eso no veíamos cisura ninguna entre nuestro quehacer y nuestro compromiso social, y haciendo arte, poesía, arquitectura, sabíamos que estábamos construyendo ese mundo buscado.

Y Calíbar quiso cambiar al mundo…. o por lo menos este pedazo de mundo en el que ellos decidieron actuar, la provincia de La Rioja.

Pretender cambiar el mundo implica comprometerse personal e íntegramente con ese paradigma que queremos que el mundo llegue a ser. Y en pos de ese compromiso, los artistas de Calíbar construyeron su vida y su arte.

No se pusieron como meta primordial realizar una carrera personal exitosa en el mundo profesional del arte, como hoy se la entiende y como la imperante mercadocracia del arte hoy lo pregona.

Si hoy podemos decir que casi todos los miembros de Calíbar lograron destacarse en su quehacer artístico, y muchos de ellos en carácter superlativo, fue por su capacidad, pero también por su coherencia con el fin que, como grupo, se propusieron: transformar a La Rioja en una Ciudad de las Artes.

Una hermosa y en apariencia inalcanzable utopía, que tenía por añadidura, dada la convicción de la que hablaba, la capacidad de construir al mismo tiempo una sociedad más justa, más igualitaria, más rica y enriquecedora.

En pos de esa utopía fueron creando las instituciones que debían hacer de nuestra ciudad esa soñada ciudad de las artes.

El primer profesorado de artes plásticas, la concreción del museo de bellas artes, la editorial del estado, el cuarteto de cuerdas, el seminario de teatro, la escuela secundaria de diseño y técnica artesanal, fueron surgiendo de su labor sin pausa.

Y, fundamentalmente, como me lo decía Mario Aciar, con respecto al profesorado de artes plásticas crearon un público capacitado e interesado en el arte de vanguardia, o más bien del arte, sin más. Más aún, yo diría que formaron un público ávido de productos culturales valiosos.

Todo ello se concretó en tan sólo cuatro intensos años.

Luego… todo eso fue borrado. Los grupos que habían visto peligrar su status de popes de la cultura actuaron encaballados al golpe de turno y, con la colaboración de otros actores sociales, destruyeron todo, con mentiras, difamaciones, rumores echados a rodar…..

¿Qué hacemos hoy aquí? ¿Estoy presentando este libro como recordatorio de un hermoso sueño imposible? ¿Acaso lo hago conmemorando un lamentable fracaso?

No lo creo.

Si hoy estamos aquí reunidos es porque Calíbar se ha convertido en un paradigma digno de ser imitado. La lucha por un mundo distinto aún es posible…. Más bien es más necesaria que antes.

Es cierto que las circunstancias que nos toca vivir nos hablan de fracasos, de deserciones, de traiciones. A todos nos ha pasado, nos sigue pasando, nos usan sin respeto.

Hace poco más de un mes, en ocasión del fallecimiento de Miguel Dávila, apareció en el suplemento Familia y Cultura de El Independiente, una nota con mi firma, que no me pidieron, ni yo autoricé a publicar. La publicación de esa nota muestra el poco respeto de El Independiente por elementales derechos de autoría intelectual. Ese hecho que me atañe, y del que me enteré porque personas amigas me comentaron con extrañeza que hubiera aparecido una nota mía en dicho diario, es tan sólo un pálido reflejo de los desmanejos y la degradación cultural a la que nos vemos sometidos.

El enorme y costoso mamotreto que se ha erigido en la rotonda de acceso a la ciudad, lugar que conforme a las normas vigentes debería quedar libre de obstáculos visuales, o el presuntuoso cuadro que la justicia local impuso colocar en la Iglesia Catedral parecen demostrar que basta conseguir el favor del poder para hacer cualquier cosa, y plantarla delante de nuestras narices como una burla de ese sueño calibariano de una ciudad de las artes, transformando a La Rioja en verdad, en una ciudad de los adefesios.

Los trabajos presuntamente de restauración en la iglesia de San Vicente Ferrer de Nonogasta, Monumento Histórico Nacional, realizados sin autorización de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, ni la intervención de la Dirección de Patrimonio de la Secretaría de Cultura, y perpetrados con total incompetencia profesional, y que acarrearán ante el primer sismo de regular intensidad la destrucción del testero del templo, están mostrando el nulo respeto por las mismas instituciones de gobierno desde la cúspide del poder, y su desprecio por los bienes del patrimonio cultural.

Ese proyecto, que no debemos llamar shopping, porque según el Gobernador no lo es, que se pretende hacer con el edificio de la Escuela Normal, están mostrando el desprecio por la cultura y la educación, buscando provocar la farandulización de los símbolos culturales y educativos de la provincia.

Estos y muchos otros hechos, parecieran dar la razón a los que pregonan que todo está perdido y nada puede hacerse contra el poder.

Por nuestra misma dignidad de ciudadanos no debemos permitir que sea así.

Miremos lo realizado por Calíbar, y aprendamos de sus aciertos, pero también de sus errores. Y como error, que no fue particular de ellos, sino de toda nuestra generación, debo señalar, porque yo también caí en él, el querer cambiar el mundo, pero como cada uno lo quería, y aquel que no coincidíera totalmente con uno, lo ubicábamos en la vereda de enfrente.

El absurdo Paseo Ramírez, nos presenta la oportunidad de cambiar la historia. Trabajemos unidos aquellos que pretenden que siga siendo sólo un edificio escolar, y aquellos que aspiramos a tener un centro cultural. Cultura y educación no son cosas opuestas, sino complementarias. Construyamos el consenso, contemplando los intereses de todos aquellos que queremos que el edificio de la Normal siga siendo un emblema para los riojanos, un icono de su cultura.

Trabajemos para hacer de La Rioja, como aquellos que integraron el Grupo Calíbar lo quisieron, un lugar mejor, un lugar hermoso donde vivir y crecer en plenitud. Unámonos los que aún soñamos con un mundo mejor, con una Rioja mejor, les aseguro que somos muchos, y cada uno en lo que le compete luchemos para concretar la utopía, esa utopía que hace que nuestro paso por este mundo, como fue el paso por este mundo de la gente de Calíbar, no sea un mero durar anodino, sino algo digno de ser vivido.

Luis Orecchia. Biblioteca Mariano Moreno: 09-10-09

1 comentario:

Unknown dijo...

Calibar tenía una sabiduría popular. Algo que Sarmiento se hartó de despreciar en su falsa civilización y barbarie, y libre comercio que proponía. Ambos venenos para los pueblos.