Su ejemplo, su fuerza y espíritu de lucha ante la adversidad, su incansable defensa de la cultura de su Rioja querida, son banderas que levantamos y no dejaremos caer.
PALABRAS DE DESPEDIDA PRONUNCIADAS POR LA PRESIDENTA DE LA BMM EN EL CEMENTERIO EL SALVADOR
En nombre de
Pero no es sólo a una ex presidenta de la institución a quien vengo a decir adiós, vengo a despedir a una querida amiga, a una MAESTRA con mayúsculas. Una vez se lo puse en una tarjeta: “maestra en el jardín y maestra en la vida”, porque así lo sentía y lo sigo sintiendo.
De ella aprendí a saber encontrar siempre el lado bueno de las cosas, porque de todas situaciones, aun de las más adversas se debe sacar una enseñanza.
Traigo a colación una pequeña anécdota que para mí significó una lección trascendente. Año 2002, 2003. Eran tiempos difíciles para la biblioteca, los inquilinos habían dejado, hacía meses, de pagar la renta con la que prácticamente, se sostiene la institución; transitábamos por un juicio de desalojo contra esa gente inescrupulosa, y el ahogo económico nos tenía al borde de la quiebra. Daban ganas de salir huyendo y muchos miembros de aquel entonces se fueron ausentando, dejando de dar quórum… cosa que a ella la entristecía mucho. Un día llega la renuncia formal y escrita de uno de ellos. Yo preocupada, no sabía cómo darle esa noticia. La esperé, la hice que se sentara y le di a leer la dimisión de ese vocal. Contra todo lo que yo esperaba, no se lamentó. Su actitud y su gesto quedaron grabados para siempre en mi memoria. Chiquita cerró los ojos y respiró hondo. Luego, levantó -literalmente- la frente y se puso -literalmente- de pie: con natural solemnidad, con firmeza, con serenidad, golpeó la mesa y dijo: “¡No me van a doblegar!”. Acto seguido, desafiante, comenzó a ocuparse de los asuntos del día como si nada hubiera pasado.
Bebimos de su fuente inagotable de anécdotas y de ese amor tan grande a esta tierra y su cultura, que ella sabía sintetizar en unos versos de José Paredes que le gustaba repetir:
Oh dulce Rioja mía / No hay nada que aventaje la rústica belleza que ofrece tu paisaje.
¡Quién no la escuchó alguna vez pronunciar esa declaración de amor al terruño! Un amor que supo materializar en concreciones efectivas a través de su tan querido Museo Folklórico.
La última vez que la vi, fue justamente en el Museo, hace unos días nada más, durante la presentación del libro de Bebita Corominas: “la extraño, Chiqui” -le dije- “todos las extrañamos en la biblioteca”.
“Ya voy a volver Marcelita”, “ya los voy a empezar a visitar más seguido…”
Sin embargo, hoy estoy aquí, intentando hilvanar un adiós que se resiste a ser pronunciado. Podría decir “no volverá
Marcela Mercado Luna - 11-10-09
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