domingo, 2 de mayo de 2010

Ciclo Bicentenario. Diario de un viaje hacia el pasado por los Llanos riojanos.

Eduardo Ortiz Sosa propuso en la biblioteca, un verdadero viaje espaciotemporal logrado con la lectura de un texto y la proyección de imágenes.

"Diario de un viaje por los Llanos en el primer centenario" se tituló la conferencia que en el marco del Ciclo Bicentenario tuvo lugar el viernes 30 de abril. Las anotaciones realizadas por Fray Zenón Bustos, Obispo de Córdoba -y de La Rioja por entonces-, en la primera década del siglo pasado, a raíz de una visita pastoral a esta provincia, fueron la vía propicia para conocer costumbres, modos de vida e intereses de la gente, cuyas conversaciones va reproduciendo el religioso en sus notas.

El viaje, realizado en 1909, fue registrado por el sacerdote en este cuaderno que se ofrece como un ameno testimonio de la vida de la época, al referir de un modo íntimo y muy cálido, todo un itinerario por gran parte del interior provincial, desde Milagro, a Malanzán, pasando por Olta, Catuna, Chepes Viejo, Ñoqueve, Ulapes, Guaja, San Antonio y Chamical, entre otros puestos de los Llanos.

En los diálogos reflejados, aparecen nombres de honda significación para los riojanos, siendo el más reiterado el de Ángel Vicente Peñaloza:

“A la tarde llegamos a Malanzán. Nos esperaban con muchas flores. Nos llevaron con muchas flores a la iglesia donde hice una plática y salí después para irnos a la casa. Mucha gente nos fue a saludar. La sala en que nos recibieron era grande. Y con colgaduras de pañuelos viejos, usados, de las familias antiguas. Con profusión estaba preparada. Los pañuelos con que estaba compuesta la casa algunos eran grandes y de gró. Uno de estos o algunos decían que eran del Chacho, y le hacían la crónica: del general Urquiza, de cuando se lo había mandado y otros de cuando se los mandó. De esto conversaban muy seguros y contestaban lo mismo, y como parientes estaban en poder de ellos. En las horas de conversar me contaron mucho de Peñaloza, de la batalla de las piedras, que se veía de Malanzán y muchas otras.”


También las circunstancias de su asesinato, cuyos detalles estaban muy frescos en la memoria de la gente, son evocadas en otro pasaje:

“En Olta hubo toda la plática de los sacramentos, todos los días que estuvimos. Se conversó mucho del Chacho, que cerca había muerto. Fue muerto allí, cerca de la capilla por un jefe nacional, estando atado de las manos por el coronel Vera que vino un poco después. Que Vera lo hizo salir y lo tomó a lanzazos hasta que lo mató y le hizo cortar la cabeza que colgó en un palo alto de la plaza. La mujer del Chacho suplicó que le concediesen la cabeza, y la hizo velar junto con el cuerpo, a los dos días. Ella le hizo un velorio solemne con la cabeza y con todo.”

La lectura, acompañada con fotos de los lugares y la proyección de mapas satelitales, sobre los que se marcaba el recorrido del viaje ofreció un material inédito y de gran significación para ahondar en el conocimiento de nuestra historia e idiosincrasia.

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