viernes, 22 de mayo de 2009

ESAS LUCES ROJAS DE JULIA FERNANDEZ

El pasado viernes 15 de mayo se presentó en la Biblioteca Mariano Moreno el primer libro de relatos de Julia Fernández.

El libro, Esas luces rojas —realizado por Nexo Ediciones, con ilustración de tapa de Diana Guzmán— fue presentado por la escritora Adriana Petrigliano, quien conduce el taller literario al que asiste la autora.

La presidenta de la biblioteca, Marcela Mercado Luna, agradeció a Julia el gesto de donar al fondo editorial de la institución la totalidad de los ejemplares editados.
A su turno, Julia Fernández se refirió a su obra y al proceso de escritura y leyó algunos de los relatos.
Finalmente el guitarrista Nelson Scalisi cerró el encuentro con un momento musical.




Extracto de la referencia al libro pronunciada por Adriana Petrigliano.
Este libro fue llegando a mí poco a poco, o de tarde en tarde, para ser exactos. Con las conocidas interrupciones de las campanas de la Catedral junto a riquísimos comentarios, aquí mismo, en esta casa (la Biblioteca Mariano Moreno).
Cada lectura de esas páginas sueltas, en ruedas de crítica y trabajo, despertó en mí la admiración, el asombro y, como afirmé tantas veces, sentí un extraño privilegio al leer a Julia Fernández.
Hay muchas maneras de DECIR, de TRANSMITIR. Hay muchos caminos que se pueden elegir para contar historias. Todas esas formas son válidas. Pero algunos trucos utilizados por los escritores, son captados –aun por el lector más inexperto, menos crítico– como una trampa, un golpe bajo, un efecto especial para que aquello que se quiere decir, tenga más fuerza. Eso está bien cuando es natural y no forzado, cuando es usado a favor de la historia… pero aunque parezca extraño, no es difícil de hacer.
Lo que no es fácil, es mostrar la historia sola. Despojada. Sin esas armas que sí atraparían en su lectura. “Tengo esto para contar y mi manera es ésta: limpia, directa”, parece que nos dice Julia desde la primera página… entonces, cuenta cosas que deberíamos saber, o creíamos saber…
Abro su libro. En el cap. III, “Nuestro sentido latinoamericano”, leo:
“¿Por qué no te callás? Profirió un tal Juan Carlos...” y desde ese interrogante absurdo, me deslizo a nuestras respuestas más dramáticas: leer SOLO LOMO y TAPAS.
Julia se hace todas las preguntas (en definitiva esa es la tarea de un escritor) y conoce las respuestas aun allí donde la fantasía parece agotarse.
Las miradas ácidas, la provocación constante, contar desde la brevedad, la construcción de personajes tan reales si son ficticios y tan ficticios si son reales… todo eso se refleja en estos textos.
Nos encontramos ante una escritora que compromete su palabra, que no se queda en la observación superficial, y así la vida –la suya, la mía, la de todos– queda atrapada en su literatura.
Debo decir que uno, como lector, se hace otras preguntas que casi siempre quedan sin respuesta: ¿por qué no es conocida Julia Fernández en otros círculos literarios?, ¿por qué no trasciende su obra, tan clara, tan precisa, tan honda desde su fina ironía?, ¿por qué los docentes no se encuentran con estos escritores y los favorecen y se favorecen con su difusión y lectura?
Si un conocedor ofreciera una charla o presentara una antología sobre los escritores de estos primeros 10 años del nuevo siglo, ¿figuraría Julia?, ¿se les concede la palabra a estos escritores para que cuenten el cómo y el por qué de sus textos?
Recientemente, en Buenos Aires se celebró la extraordinaria Feria del Libro… ¿cómo hacer para llegar a ella, a esa vidriera necesaria…? Las preguntas son infinitas…
Esta casa, nuestra querida Biblioteca Mariano Moreno, afortunadamente, trabaja para ellos, cediendo espacio: los escucha, los recibe y recibe sus voces, pero no alcanza y todos lo sabemos. Existen grandes autores que escasamente son reconocidos y Julia es una; deberíamos pues, corregirlo de manera urgente.
Mientras tanto, celebremos la aparición de Esas Luces Rojas.

Adriana Petrigliano
15 de mayo de 2009

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