miércoles, 17 de junio de 2009

Cebollas en Juliana y Papelitos para Pedro

Entre las actividades programadas en adhesión al Día Nacional del libro (15 de junio) el pasado viernes 12, la Biblioteca Mariano Moreno presentó dos libros de Adriana Petrigliano.
Participaron la autora, la presidenta de la institución y el músico Alfredo Romero.



Después de referirse a las fechas en el marco de cuya conmemoración se realizaba el acto, la presidenta de la biblioteca, Marcela Mercado Luna, presentó los libros, a los que definió como “una celebración de la descendencia”. Destacó el compromiso de Adriana Petrigliano con la creación literaria y su gran generosidad, plasmada en los talleres “Barco de papel” y “Ciudad de los naranjos”, que se desarrollan en la institución.
A su turno, la escritora agradeció a todos los que hicieron posible la concreción de estos libros, con una especial mención a los destinatarios de los mismos, sus nietos. Refirió asimismo el proceso de edición, poniendo de resalto que cada ejemplar fue confeccionado manualmente, no habiendo dos idénticos en lo que respecta a sus tapas y encuadernación; una modalidad artesanal llevada adelante por “Ediciones La Tere”, que Petrigliano defendió como válida y que ella ya había empleado en sus primeros poemarios, como El libro de la tarde (2000)
El encuentro, que se desarrolló en un clima íntimo, reforzado por la iluminación tenue y una especial decoración infantil, finalizó con la actuación del músico Alfredo Romero quien cantó tres temas, acompañándose con la guitarra.


Extracto del discurso pronunciado por la licenciada Marcela Mercado Luna

En realidad, presentar a Adriana Petrigliano es casi un oxímoron en el ámbito de esta biblioteca. Se presenta lo que no se conoce y Adriana es un poco parte nuestra y muchos de los que están aquí son un poco parte de ella: saben de su talento, de su profundo compromiso con la creación literaria y fundamentalmente, de su gran generosidad, plasmada en estos talleres literarios “Barco de papel” y “Ciudad de los naranjos”, que orgullosamente propiciamos desde nuestra institución.
Precisamente, el taller “Barco de papel” tiene mucho que ver con la infancia y con este acontecimiento que hoy nos convoca. Porque acercarse a los chicos a través del mágico mundo de las palabras necesita de un ángel que no todos poseen. Y Adriana lo tiene.
Lo dicen los textos que producen los chicos en el taller, lo dicen las vocecitas entusiastas y llenas de ocurrencias de nos llegan a veces desde el rincón infantil, allá al fondo, lo dicen los silencios creativos que pueden percibirse como momentos mágicos… Y lo dicen estos dos testimonios: Cebollas en Juliana y Papelitos para Pedro: dos libros — pequeños en sus dimensiones pero grandes en su calidad literaria— que llaman la atención en sí mismos como objetos artesanales, confeccionados con tal cuidado y detalles que prefiguran desde las tapas el amor que se expresa en su contenido hecho de palabras e ilustraciones o signos visuales.
Se ha hablado mucho de los grandes temas que nutren la inspiración poética: el amor, el dolor y la muerte ocupan los primeros puestos. (Cuando digo muerte me refiero también a sus múltiples variantes que son las diferentes pérdidas –pequeñas muertes cotidianas– a las que se enfrenta el ser humano). Y quien conoce la obra de Adriana Petrigliano sabe que –como les sucede a los buenos poetas– estos tópicos tampoco son ajenos a ella.
Menos frecuente es encontrar en la creación literaria la celebración de la descendencia, y esto, aunque suene solemne, es lo que nos muestran en estos dos libritos que hoy presentamos: una celebración que fluye muy naturalmente en la voz de la poeta, que le pone palabras a esa experiencia tan humana y profunda que es la llegada de un nieto o de una nieta. Una experiencia tan auténtica, tan íntima y vivencial, que no casi existe un sustantivo capaz de nombrarla: es raro escuchar hablar de abuelidad, más raro aún de abuelazgo, o de abuelitud, o de abuelanza. Las abuelas, simplemente son. Y creo que en esto estarán de acuerdo conmigo Juliana y Pedro; y también Alma y Ramiro: cuatro nietos privilegiados con respecto a la mayoría de los nietos que pueblan esta sala y este mundo. Porque esa “abu” tiene algo especial: es abuela y es escritota… poeta, enamorada del mundo y de las palabras. Feliz síntesis que marca el punto de partida de estos dos volúmenes que, siendo distintos, se complementan y contienen, porque —cada uno a su modo— reflejan la explosión de emociones que estalla en el alma de la autora a partir de la ternura de sus nietos.

Cebollas en Juliana es hondamente lírico, y responde puntualmente a esa definición del género que señala la actitud lírica como la un hablante en soledad. La poeta procesa todas las emociones que la presencia de Juliana despierta en su alma. La unidad temática surge de una figura tomada del ámbito culinario: las cebollas cortadas en “juliana”, que son el leit motiv del libro, nacido de la siguiente idea: en el corazón de cada persona, hay cebollas, cortadas muy finitas, en “juliana”, como llaman los cocineros a este tipo de corte… Estas rodajas de cebolla que se anuncian desde el título, se van desgajando como pétalos en cada uno de los seis textos que integran el poemario y nombrarán el llanto, la dicha, la ausencia, la noche, la nostalgia y la felicidad…
Papelitos para Pedro, es bien diferente: adopta el formato de los textos instructivos. Si en el primer caso dominaba el yo poético, aquí es constante la presencia de un tú (o un vos) que se corporiza en la personita de Pedro pero que puede ser cualquier niño o niña. Encontramos frases como: “Vos podés colgar la luna”, “si alguna vez llueve tenés que prestar atención”, “si abrís tus manos… vas a oír una música”, “Cada vez que mirés un pajarito…”, etc. Este predominio del ‘vos’ es constante. Este Pedro del que nos habla el título es el receptor ficticio de un puñado de recetas, de consejos o de instrucciones que sorprenden por lo inesperadas y anti prácticas aunque no impracticables, como en el bellísimo texto ‘Para atrapar el sol’”,

Adriana Petrigliano ha trabajado y sigue trabajando mucho por la infancia, por dar al alma del ser humano ese alimento tan necesario como el pan que es la lectura: Dirigió talleres de lectura y escritura, participó en ciclos y programas televisivos y radiofónicos (obtuvo premios por eso). Y ahora nos presenta estos dos libritos que escribió pensando en sus nietos, que son de ellos y que ellos compartirán con muchos chicos más, que estarám contentos de leerlos o de que se los lean.
Ustedes se preguntarán cómo hizo, cómo hace…
La respuesta, la clave está en Prólogo de Papelitos para Pedro:
“Aprendí a mirar la vida de otra manera. Recordando mis ojos de infancia, mi mirada chiquita. ¿Qué me importaba en esos días? ¿Qué importaba más que una siesta comiendo ciruelas y trepando árboles? Perdemos tan pronto al niño que fuimos, que cuesta creer que hayamos tenido sueños. Por eso aprendí a mirar la vida recordando…”

Marcela Mercado Luna
(12 -06 -09)

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